Moral comunista

Moral comunista

Moral comunista: resultado en formas de relación y comportamiento político e interpersonal que para los comunistas tiene vivir con la perspectiva y la convicción de que la abolición de la escasez, la mercancía y el trabajo asalariado por la acción de la clase trabajadora es tan necesario como posible en tiempo presente.

Origen de la moral comunista

La moral comunista es el resultado de la consciencia de clase sobre los comportamientos y modos de las expresiones militantes de la clase universal.

Cuando Engels escribe en el AntiDüring (1878) que la moral proletaria presenta el futuro en la transformación del presente, lo que señala es que la moral comunista se fundamenta en esa particular relación de la clase con el porvenir. Y que al poner por delante las necesidades humanas universales, necesidades que solo podrán verse satisfechas universalmente tras la superación del capitalismo, la moral comunista persigue plantear y representar ya hoy la abundancia -y por tanto la libertad por alcanzar- en el comportamiento, las actitudes y las formas de actuar de los elementos más conscientes de la clase.

La moral comunista no es un estado de ánimo ni un conjunto de reglas o «mandamientos», es una perspectiva de futuro que hace presente en las formas de relación y comportamiento político e interpersonal.

Significado de la moral comunista

Rebelarse contra el sistema de explotación que articula universalmente a la sociedad solo puede dar lugar a una oposición generalizada contra toda desigualdad social y poder de dominación. Por eso, la actitud moral del comunista no tiene nada que ver con la condescendencia del izquierdista sobrado ni con el resentimiento y la violencia obsesiva del trol.

La Humanidad, vista desde la perspectiva comunista es el resultado de una gigantesca obra colectiva, azuzada y acelerada en su marcha por el conflicto y la lucha de clases, que ha acumulado conocimientos y capacidades tan extensos y potentes que hacen posible -hoy- una sociedad de abundancia y libertad plenas para todos y cada uno: el comunismo.

Esa potencialidad, tanto como su negación por el capitalismo en decadencia, están presentes y dan forma a cada manifestación de nuestro mundo y cada expresión de sus contradicciones. De ahí sacamos la fuerza y el optimismo. No de la necesidad ni del odio, no del afán justiciero ni de la caridad, sino de la capacidad de descubrir en el presente las inmensas potencialidades de emancipación de nuestra clase y lo que significan: la auto-liberación de nuestra especie.

La moral comunista, la ligazón íntima entre el modo de hacer, hablar y batallar y la perspectiva permanente de la abolición de la escasez, la mercancía y el trabajo asalariado, no es un adorno ni una deriva mística ni moralizante, es un hecho material con consecuencias materiales sin cuyo fortalecimiento consciente los fetiches idealistas, las utopías reaccionarias de autómatas sociales y cuadros de mandos, cuando no los sueños apocalípticos que liberan de responsabilidad histórica a los comunistas, volverán una y otra vez, desarmando uno por uno los mejores esfuerzos de nuestra clase.

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